jueves, 18 de mayo de 2017

Siempre fui alguien quien no quería ser y te supliqué, en los últimos delirios de nuestra primavera y no escuchaste mi llamado y es por eso que he decidido quedarme en el invierno. Recuerdo cuando me apoyé en ese mueble de madera de roble, era tan bello al igual que las noches que pasamos bailando en el salón central de alguna casona, parecíamos de la nobleza, aunque debo imaginar que tu partida no ha de sorprenderme, my lady.
Siempre supe que esto pasaría.

Y además de eso...

Siempre supe que te dejaría por ella. Incluso así, tú te atreviste a irte primero. No sé quien fue más cruel, si tú o yo.

Y aquí estoy en pleno invierno, en este sillón, a lado de esta chimenea que quema las últimas cartas que tuve de ti, y en el fuego te puedo ver a ti... besándome como en esos inviernos anteriores. En noches cómo estas, donde llueve, donde la luna traspasa su brillar a través de las oscuras nubes, incluso si escogí otro camino... ¿de qué me sirve esa chaqueta de cuero que tanto te gustaba? ¿qué valor tiene esa bufanda verde con la cual solíamos sacarnos fotos? ¿de qué me sirvió todos estos años el pedacito de mí que devolviste?
Si es que aún existo, por favor, devuélveme todo lo bueno que te llevaste de mí.
El tiempo supo esperar y así logré cerrar mis heridas por ti. Estaba tan bien, estaba tan alto... y de un solo tirón me trajiste a este frío invierno. Me recuperaste solo para volver a irte sin mí.

Quizás debí dejarte sola esa vez en que estabas a punto de colapsar. No pude. Tampoco podría. El primer amor es solo una maldición, queridísima y yo tuve las agallas de infundirte esa maldición pero te libraste y seguiste. Y al final fui yo el que quedó maldito.

Este maldito invierno, las malditas hojas y la nieve que no cae. Porque te juro que si cayera nieve yo podría irme a casa y dejar de amarte. Tengo tanto miedo en ocasiones, y es que en el invierno cada historia, cada calle, cada farola me habla un poco de nuestra historia. Luego llego a los bosques y las arpías con los duendes hacen festín de mi desdicha. Lo de nosotros fue un fin sin final. Llévate todo de aquí, te lo suplico mi princesa, sáqueme de aquí y salgamos al mundo. Al mundo que cada invierno se hace más pequeño, te llevaste el sol y trajiste lluvia, te llevaste lo bueno de mí y me dejaste aquí a que ardiera, te llevaste mis sueños y me dejaste este universo tan diminuto donde no puedo esconderme de ti. Y me derrumbas.

Pero... pero honestamente, y supongo que por esto jamás podré olvidarte. Tú me amaste realmente. Después de ti no he vuelto a conocer el amor, incluso cuando creí que sí, no lo fue. Si no hubiese estado contigo posiblemente sería todo distinto sobre mí, nada de este dolor y estas letras existirían y eso me parecería genial. Pero gracias, mi vida, por haberme enseñado el amor y por saber que había una persona para mí y que tenía un hogar al cual llegar. Incluso si ya los perdí y no volverán jamás, gracias por haber puesto sentimientos mejores dentro de mí.

Debo irme, ya que olvidaré todo esto. En los inviernos revivo y quisiera cambiar algo pero de nuevo me resignaré y dejaré todo tal cual. Hasta que usemos bastones y más allá.


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